viernes, 9 de febrero de 2018

La clínica sobre el panteón

El siguiente relato me recuerda a una película, y sé que ustedes también sabrán a cual hago referencia.

La clínica del Seguro Social donde mi padre trabajaba a mitad de la década de los 70's, era un centro en donde ocurrían actividades paranormales con mucha frecuencia. Mucha de esa actividad se presentaba en el turno nocturno que era el turno en donde mi padre laboraba. Por ese tiempo mi padre conoció a quién a la postre fue su segunda esposa.

Todos hacían su trabajo durante gran parte de la noche y luego de eso, se dividían las horas restantes para tomar un descanso en algunas de las salas o consultorios solitarios a esa hora.

Nos relata mi padre que una de esas veces que fue a descansar a uno de los consultorios, se tendió sobre una mesa de exploración médica, se arropó con una pequeña manta que cargaba en su auto, no tardo en dormirse, pero, de pronto sintió que la manta era como jalada, entre su somnolencia, la volvió a acomodar en su lugar. Una vez más sintió la mantita recorrerse hacía sus pies, molesto por lo que el pensó era una mala broma de alguno de sus compañeros, se levantó rápidamente para descubrir al insolente y lo único que vio, fue la sombra de un hombre escondiendose. Se puso de pie y fue hasta el interruptor, encendió las luces,pero no encontró a nadie, busco bajo el escritorio, que era el único lugar  dentro del consultorio para esconderse sin tener éxito. El miedo se apodero de el y ya no pudo dormir.



Cuenta que una de esa noches de trabajo el guardia en turno, él y una enfermera iniciaron el recorrido por el área de consulta externa. Iban revisando consultorio por consultorio para verificar que no hubiera nada fuera de lugar, aparatos prendidos, o gente ocultándose. Pero esa noche fue diferente.

Empezaron por los consultorios del fondo del ala; como siempre abrieron el primer cubículo verificaron que estuviese todo en orden y el guardia cerro la puerta con llave. Se dirigieron al siguiente, revisaron, salieron y cerraron. De pronto se dieron cuenta de que la puerta del primer consultorio que habían revisado estaba abierta. Los tres se miraron con desconcierto; pensando que había sido una omisión, el guardia procedió a cerrarla.

Pasaron al siguiente consultorio, revisaron, salieron, cerraron la puerta con llave pero la puerta del segundo cubículo estaba abierta. El miedo comenzó a apoderarse de ellos, no podían creer que se hubiera repetido el error y sabían que algo más estaba ocurriendo.



Buscaron alguna respuesta lógica a este fenómeno, pero nada los conformaba. Aun les faltaban 7 consultorios por revisar y cerrar. Cuenta mi padre que la piel se le erizo cuando dirigiéndose los tres al cuarto consultorio, al pasar por el cubículo que acababan de cerrar, la puerta se abrió con el click de la cerradura. Fue todo lo pudieron soportar, sin pensarlo más corrieron hasta el área de urgencias donde había más gente. Jamás se volvió a presentar ese fenómeno, al menos mientras mi padre siguió trabajando ahí.

Tiempo después, cuando mi padre iba a ser cambiado de unidad de trabajo, por pláticas con gente de la zona se enteró, que justo donde estaba construida esa clínica anteriormente había sido el panteón municipal de la zona. 





martes, 30 de enero de 2018

Señora de luto

Cortesía imágenes Google
De entre todos los relatos que hay en mi familia, el de una señora vestida de luto es una de las más entretenidas.
A finales de los años 70's mi padre, trabajaba como intendente nocturno en una clínica del IMSS ubicada en Tenayuca, en esos tiempos no estaba todo tan habitado en los alrededores de ese edificio pero al tener un área de urgencias atendía a todos aquellos que sufrían alguna afección en todos esos lugares alejados. 
En una de esas tantas noches mientras tomaba un descanso de sus labores, fue hasta el modulo de recepción donde se encontraba un guardia de seguridad. Mientras platicaban y bromeaban el personal médico ingresaba a un pequeño bebé de 3 años de edad que presentaba fiebre y dificultades para respirar. La noche siguió sin mayores sobresaltos.

Cerca de las 3 A.M. se preparaban el vigilante del turno y mi padre para cenar algo por lo que se acomodaron en el mueble del modulo de recepción desde donde veían la sala de espera y el pasillo largo que llevaba hasta las salas donde descansaban los pacientes ingresados.

Cortesía Imagenes Google

Fue entonces cuando todo paso. El guardia y mi padre vieron entrar a la sala de espera a una mujer, muy delgada, vestida completamente de negro, lo que llamó su atención de ambos fue que no pudieron ver su cara, ya que lo tapaba con un velo. No era raro ver personas entrar, pero lo que los alerto fue, que sin que nadie abriera la puerta del pasillo aquella mujer apareció por el mismo, el guardia se levanto de su lugar y fue tras ella ya que no era hora de visita para los pacientes en urgencias, por más que la llamó aquella mujer nunca volteo, muy por el contrario entró en una de las salas de urgencias.




















Mi padre se levanto para ir tras el guardia y poder ayudarlo a desalojar a aquella intrusa, pero el guardia salió de la sala y le dijo que la había visto entrar en esa sala pero que no había nadie, solo las enfermeras a cargo del turno y que ellas no habían visto a nadie. Asombrados los dos, puesto que ambos la habían visto se dedicaron a buscarla en las otras salas, pero cuando salían de la ultima sala, la vieron nuevamente por el pasillo y corrieron tras ella llamandola, pero una vez más aquella dama hizo caso omiso. Y antes de que la alcanzaran ella entró a los baños-regaderas de los empleados.

Se apresuraron a llegar al lugar; cuenta mi padre que había 5 modulos para los WC, la llamaron una vez más indicandole que esos baños no eran para el público, no recibieron respuesta alguna, por lo que se inclinaron bajo las puertas para ver en que modulo se encontraba. No vieron ningunos pies.

El miedo ya se empezaba a apoderar de ellos, pero pensaron que quizás se había subido al retrete para no sentarse directamente. Esperaron unos minutos a ver si salía sin que ello pasara, así que lentamente fueron abriendo puerta por puerta. Llegaron a la ultima sin ninguna señal de hubiera estado ahí. Fue un shock para ellos no haberla encontrada por lo que salieron a toda prisa de los baños.

Cortesía Imágenes Google

Justo cuando llegaban al modulo de recepción oyeron un alboroto en la sala de Pediatría, ellos ya no quisieron saber nada más, pero a los poco minutos se enteraron que el niño de 3 años que había ingresado al inicio de su turno, había fallecido.

El niño había tenido una insuficiencia respiratoria, conjugada con la fiebre tan alta que había presentado. Una vez que hubo pasado todo aquel caos, le contaron a la enfermera con más antigûedad lo que habían visto y ella les contestó.

-Lo que vieron fue a la muerte, viniendo por el pequeño que murió...

viernes, 19 de enero de 2018

El Perro

Una de las historias cortas de los hechos sobrenaturales que le ha tocado vivir a miembros de mi familia es la historia de mi padre sobre un perro que lo persiguió por casi un kilometro.

Mi padre trabajo en La Quebrada, Tlalnepantla, en una clinica del IMSS, tenía turno vespertino de 2 a 10 pm. Solía tomar un camión que lo dejaba en lo que hoy conocemos como Av. Eduardo Molina y Circuito Interior, el se apeaba ahí para llegar caminando hasta la casa, por ese entonces circuito interior no era lo que conocemos hoy en día, a mediados de los años 70's, la hoy avenida, contaba con un "camellón" por donde había respiraderos en donde se acumulaban montones de basura, mi padre caminaba sobre ese paso diariamente, pero en una de esas ocasiones sucedió lo inesperado.

Esa vez al igual que las otras venía caminando y dice que como a 5 manzanas de llegar a casa, algo hizo que su piel se erizara, pensó que tal vez era el frescor de la noche, miro su reloj y era cerca de la media noche, por lo cual apresuro el paso cuando a sus espaldas escucho un gruñido, algo sobresaltado se volvió para ver si no había visto algún perro escondido entre la basura acumulada al pie de ese respiradero, y con lo que se encontró fue exactamente con un perro.

Un perro grande de pelaje negro, erizado, que le gruñía mostrando los dientes, cuenta que por un momento su mente quedó en blanco, sobre todo cuando los ojos de ese animal eran rojos, rojos como las brasas del fuego, lo veían con odio, con rencor. Cuando mi padre logró reaccionar empezó a caminar hacia atrás un paso a la vez, preparandose para correr

cortesía Imagenes Google

Mi padre se contuvo para no correr o gritar, intentó mantenerse lo más tranquilo posible para evitar un posible ataque de ese animal, pero lo que llamó su atención fue que sus pasos sobre la hierba no se escuchaban, iba tras el, como a 3 metros, y cada que mi padre lo miraba de reojo, podía ver sus colmillos asomándose, mientras le gruñía.




Por fin llegó hasta la calle donde daba vuelta para llegar a casa y cuando se volvió para ver si el perro lo seguía, cuenta que el animal se quedo muy quieto, mirandolo fijamente con esos ojos rojos que irradiaban odio, por un momento pensó en correr, pero algo en su interior le decía que no tuviera miedo y empezó a rezar. 

Sin más, el perro lo dejo ahí en la esquina de la calle y no lo siguió más, mi padre se volvió una vez más y el perro seguía ahí, quieto, mirándolo. Para cuando llegó a la puerta de la casa, el perro había desaparecido.


lunes, 3 de abril de 2017

Fuego Fatuo

De las cosas mas increíbles que se han visto en el patio de la casa son esas pequeñas llamaradas que aparecían y desaparecían de repente.

De los relatos que más recuerdo fueron el que mi abuela Esperanza Villanueva y mi padre Jesús Martínez contaban.
A mediados de la década de los 70's mi padre trabajaba por las tardes en una clínica del IMSS allá por la Quebrada en Tlanepantla por lo que su regreso a casa era cerca de las 23hrs., mi abuela lo esperaba junto a mi madre Herlinda Sánchez, para darle de cenar y poder cerrar la cocina; cuentan que en una de esas ocasiones después de cenar, mi abuela, padre y madre salieron al patio oscuro y de pronto junto al zaguán vieron una llama, pequeña como si alguien estuviera fumando, una llamita roja que estaba al pie de la entrada, y poco a poco fue elevándose, recorrió de ida y vuelta el contorno de la puerta y de pronto se apagó. Dicen que cuando se acercaron hasta la puerta esa llamita había desaparecido. En varias ocasiones se presentó este fenómeno.


La siguiente vez que vieron una llamarada fue en el patio trasero, que en ese entonces era solo tierra y unas pequeñas parcelitas que mi abuelita había cultivado al fondo. Y fue justo en donde se encontraba la pequeña barda de piedras que delimitaban la parcelita que mi abuelita vió en su recorrido nocturno la flama que se encendió, así de pronto, para ella esa era la manifestación del mismísimo demonio, nos dijo que el diablo andaba en el patio y que era porque alguien lo había invocado, esto se presento un par de veces más.
Luego de ello trajo a un cura para que bendijera la casa y a una curandera para que le diera una limpia a toda la casa.
Nunca supe si dejo de ver esos fuegos o que fue lo que los hizo aparecer, dicen por ahí los viejos, que son el alma de las personas que enterraron dinero y que se niegan a abandonarlos y que es por ello que se encienden de ira sus almas logrando con ello ahuyentar a los codiciosos. Muchos decían que en nuestro patio había un tesoro que dejaron aquellas mujeres que vivieron antes que mis abuelos, pero nunca encontraron nada, cuando se escarbó para meter los cimientos de lo que hoy es el departamento donde vivió mi Tía Guadalupe Martínez, nunca se encontró mas que roca.



jueves, 23 de marzo de 2017

La casa- las otras sombras

Muy diferente a las sombras que vagan como un suspiro por toda la casa, hay 2 en particular que se presentan muy definidas.

Cuando mi Tía Guadalupe Martínez (q.e.p.d.) era soltera, dormía con mi hermana Pilar, que en ese entonces era un bebé, en una de las recámaras y en varias ocasiones por la mañana, le contaba muy asustada a mi abuela que por la noche un hombre muy alto, se paraba junto a su cama, lo veía todo de negro sin distinguir facciones en su rostro, mucho menos detalles de su ropa, y lo único que hacía era abrazar a mi hermana y rezar.
La siguiente vez que ese hombre se apareció en la casa, fue cuando falleció mi Abuelo Jesús Martinez C., el murió en casa, pero durante su agonía le gritaba a mi abuelita Esperanza, que le dijera a ese hombre que estaba parado en su cabecera que fuera, y que le quitara al perro que se le había subido; sí, veía a un hombre todo negro junto a un perro en su lecho de muerte.
La última vez que vieron a ese hombre, fue una de mis sobrinas, Abigail Curiel M., quién durante los funerales de mi tía Guadalupe Martínez vio a un hombre en las penumbras del patio que se dirigía de la mitad del patio delantero hacía el zaguán, dice que se quedo parado como mirando hacía donde se estaba rezando el rosario por la muerte de mí tía y luego se dirigió hacía la salida, pensaron que era alguien de los que llegaron a rezar, pero de la nada, desapareció la silueta. Nadie más lo ha vuelto a ver.
Imagen desde Goggle.


La otra era una mujer, que al igual que el hombre, era completamente de color negro, sin facciones de rostro definidas, ella se le presentó tanto a mi abuelo Jesús Martínez C., como a mi tío político, Carlos Hernández, quién por cierto era esposo de mi tía Guadalupe M., ambos la vieron mientras dormían una siesta bajo la sombra de la higuera. Ellos recuerdo, contaron casi lo mismo, que medio adormilados vieron la silueta acercarse a su lado y pensaron que se trataba de sus mujeres.
Mi abuelo contó que al abrir los ojos pudo ver a una mujer joven, de cabello negro, largo con un vestido que la cubría hasta los tobillos toda de negro, pero apenas y la vislumbró, ella desapareció ante sus ojos.

Mi tío por su parte también dijo que vio la silueta a su lado derecho, y que le preguntó:
- Qué pasó María?
Era como el nombraba a mi tía; al no recibir respuesta abrió bien los ojos y ya no había nadie.

Mucha gente dijo que era una bruja, ya que según la creencia de algunos las higueras atraen a las brujas y a los duendes. Y fue justamente ahí en la higuera donde vieron a esta mujer.

Imagen desde Goggle.



martes, 21 de marzo de 2017

La casa- Sonidos

Dicen que las construcciones antiguas guardan muchos secretos, que las energías de los que ahí habitaron muchas veces se queda atrapada y continuan repitiéndose una y otra vez, como cuando las paredes crujen o se oyen ciertos sonidos que no son producidos por alguien.

Lo que nunca nos hemos explicado es el origen de ellos.

La cocina de mi abuela era una de esas cocinas de antaño, una de su paredes era de ladrillo, otras 2 de adobe y la cuarta de madera, con una estufa enorme de 6 quemadores, un comal grande en medio y un horno panorámico increíble, así como un asador de papas o pan en la parte baja, recuerdo que era color café y para hacerla aun más espectacular la habían empotrado en 4 pilotes de madera, había un gran refrigerador color blanco donde cabía perfectamente, y sobraba espacio, un pavo de doble pechuga, había una pequeña estufa de petróleo, por si el gas se terminaba, una alacena de fierro donde se guardaba toda la despensa, un gran mueble como vitrina donde se acomodaban toda la loza, cubiertos, cazuelas de uso diario, y bandejas de plástico, también había una gran mesa de madera con un tablón largo a modo de banco, y 8 sillas de madera, era donde regularmente comíamos. Recuerdo que todos los trastos que salían de la cena, mis tías los lavaban en unos lavaderos que se encontraban en el patio frente a la cocina y los dejaban escurrir en una gran tina de aluminio para guardarlos a la mañana siguiente. Muy al estilo revolucionario mi abuela cerraba con llave esa cocina, todas las noches después de haber cenado, por lo que no había antojo nocturno que pudiéramos saciar. Y cuando todo se encontraba en completo silencio, se oían movimientos dentro de la cocina, los cajones de los cubiertos abriéndose y el sonido de estos chocando entre si; las puertas de la alacena de la despensa al cerrarse, los trastos moviéndose y chocando contra la pared metálica de esa tina de aluminio, el horno de la estufa cerrándose de golpe, la sillas rechinando. Mi abuela solo rezaba y pedía que se fueran esas almas en pena que provocaban dichos sonidos. Todo esto desapareció cuando mis abuelos murieron y se hizo la repartición de la propiedad entre los hijos, se deshicieron de esa cocina y hoy son habitaciones.
Poco después que la casa fue adquirida, contaba la abuela Esperanza que se oía el sonido de una canica, sí, esas bolitas de vidrio con que juegan los niños. Durante toda mi infancia y parte de mi adolescencia, el sonido de ese pequeño juguete me acompaño; era un sonido tan nítido que no dejaba lugar a dudas, lo oíamos a cualquier hora del día o de la noche, rebotaba y corría, volvía a botar y volvía a correr, una y otra vez, incesantemente.
Otro sonido era el movimiento de muebles pesados, se oía como arrastraban los muebles de madera que al friccionar sus patas contra el piso producían un sonido muy especial. Todo esto podía deberse a que los vecinos de al lado estuvieran haciendo este tipo de movimientos con sus muebles, pero grande fue la sorpresa cuando en una ocasión, le reclamaron a mi abuelo Jesús Martínez C., el hecho de que no dejara dormir por el ruido que causaba que estuviéramos jugando, mis hermanas y yo, a altas horas de la noche y que además estuvieran moviendo muebles. 
Sí, eso fue lo que el vecino de al lado, le reclamo a mi Abuelo; quien con sorpresa le contestó que nosotros también oíamos esos sonido y pensábamos que se trataba de ellos. Nos acostumbramos a vivir con esos sonidos.

De los ruidos más constantes en la casa, son los pasos, se oye en la noche pasos de personas que vienen desde el fondo de la casa hacía el zaguán y se regresan, lo intrigante de estos pasos es que se oye como si vinieran pisando sobre gravilla o tierra suelta, es un sonido muy tenue, apenas perceptible, debes hasta contener la respiración para oírlos.

Mi padre y mis tías hablan de otro sonido que solo ellos escucharon cuando jovenes, y fue el llanto desesperado de un bebé. Cuentan que se oyó justo donde se encuentra el tercer registro del desagüe de la casa, una noche mientras cenaban lo escucharon, salieron al patio y terminaron por asomarse a la calle para verificar de donde venía el llanto. La calle sola y el patio igual.

Son varios los sonidos y los ruidos que se oyen en la casa, o fuera de ella pero esos los incluiré en otro capitulo.


Video tomado de Youtube.

lunes, 20 de marzo de 2017

La casa

Contaba la abuela que después de haber rentado en cuartos y vecindades del México antiguo, vinieron a parar junto a lo que hoy se conoce como el Canal del desagüe, nos platicaba que en donde hoy se asienta la Col. Simón Bolivar, eran sembradíos de alfalfa y el Gran Canal dividía la parte habitada de los sembradíos.
Y fue aquí, en las riveras de ese canal que mi abuelo Jesús Martínez, compró una casa. Esta propiedad cuenta la gente que era lo que llamaban "piqueras" donde vivían una viuda con 2 hijas quienes se dedicaban a la prostitución con los hombres que llegaban en el tren que corría paralelo al canal o visitantes de paso. Se contaba que muy seguido había trifulcas y escándalos cuando el alcohol y los ánimos se cruzaban, decían que habían matado un hombre y para evitar la cárcel lo habían enterrado en el fondo de la propiedad que en ese entonces era solo tierra.

Y con esa leyenda crecimos mis hermanas y yo, era tanto nuestro miedo que en cuanto la noche empezaba a caer ya no salíamos al patio y mucho menos nos acercabamos a unos cuartitos de adobe  que se encontraban en el fondo de la propiedad y que eran aledaños al patio de tierra.

Decía mi abuela que para cuando mi Abuelo compró la casa y tomaron posesión de esta, encontraron en la higuera, que se encuentra a mitad del patio, cabezas de gallos y gallinas colgados cual esferas en las ramas de esta, muchos dijeron que la anterior dueña se dedicaba a la brujería esas cabezas eran parte de los rituales que hacía. Sin tomar mucho en cuenta esos chismes mi abuela, padre y tías se dedicaron a limpiar y sanear la casa para dejarla habitable.

Y desde ese momento, la casa se lleno de sombras, que van y vienen, que entran o salen, que caminan y pasan raudas  por todo el patio, todos lo que hemos vivido en esta casa las hemos visto no una, ni dos, sino en incontables ocasiones, por las ventanas que dan al patio, desde cualquier habitación, pasan algunas veces lentas, tanto que alcanzamos a definirlas, otras, tan rápido que apenas y percibes el movimiento de su andar. Se asoman, se esconden, corren, se esfuman, son "bultos" como solía llamarles mi abuela, algunas veces de color blanco, otras de color negro.
Mi padre en una ocasión desde la cocina donde estaba comiendo vio por la ventana la silueta de una mujer vestida toda de blanco pasar, dice que venía del zaguán hacía la parte de atrás de la casa, apenas y la vio pasar por la puerta, pero la alcanzo a ver completa a través de la ventana.
Mi abuela todas las noches, regaba un "bálsamo" que ella preparaba a base de agua bendita, loción 7 machos, éter y amoniaco, siempre después de darle de comer a los perros recorría toda la casa regando ese bálsamo y rezando, decía que con eso se aplacaban aquellos entes.
Y estas mismas sombras se encondieron en una de las habitaciones, para ser exactos donde es mi dormitorio, el día que vino de visita un amigo Antonio H., quien se dedica a la lectura de cartas y limpias, y pláticando con mi padre le hizo la observación, de que en cuanto entró todas las sombras que había en la casa se habían concentrado en mi dormitorio y temerosas se asomaban para verlo.
Si he de ser honesta, en verdad se ven siluetas y "bultos" negros en mi habitación, los veo de reojo cuando cae la noche y leo, o estoy escribiendo o haciendo cualquier otra cosa, la tenue luz de mi lampara apenas e ilumina un espacio de la habitación y en las zonas en penumbras, se ven los movimientos, unas veces a la altura del techo, otras arrastrándose por le piso, las menos, a una altura media.
En la casa no solo se ven cosas. Se oyen...