lunes, 3 de abril de 2017

Fuego Fatuo

De las cosas mas increíbles que se han visto en el patio de la casa son esas pequeñas llamaradas que aparecían y desaparecían de repente.

De los relatos que más recuerdo fueron el que mi abuela Esperanza Villanueva y mi padre Jesús Martínez contaban.
A mediados de la década de los 70's mi padre trabajaba por las tardes en una clínica del IMSS allá por la Quebrada en Tlanepantla por lo que su regreso a casa era cerca de las 23hrs., mi abuela lo esperaba junto a mi madre Herlinda Sánchez, para darle de cenar y poder cerrar la cocina; cuentan que en una de esas ocasiones después de cenar, mi abuela, padre y madre salieron al patio oscuro y de pronto junto al zaguán vieron una llama, pequeña como si alguien estuviera fumando, una llamita roja que estaba al pie de la entrada, y poco a poco fue elevándose, recorrió de ida y vuelta el contorno de la puerta y de pronto se apagó. Dicen que cuando se acercaron hasta la puerta esa llamita había desaparecido. En varias ocasiones se presentó este fenómeno.


La siguiente vez que vieron una llamarada fue en el patio trasero, que en ese entonces era solo tierra y unas pequeñas parcelitas que mi abuelita había cultivado al fondo. Y fue justo en donde se encontraba la pequeña barda de piedras que delimitaban la parcelita que mi abuelita vió en su recorrido nocturno la flama que se encendió, así de pronto, para ella esa era la manifestación del mismísimo demonio, nos dijo que el diablo andaba en el patio y que era porque alguien lo había invocado, esto se presento un par de veces más.
Luego de ello trajo a un cura para que bendijera la casa y a una curandera para que le diera una limpia a toda la casa.
Nunca supe si dejo de ver esos fuegos o que fue lo que los hizo aparecer, dicen por ahí los viejos, que son el alma de las personas que enterraron dinero y que se niegan a abandonarlos y que es por ello que se encienden de ira sus almas logrando con ello ahuyentar a los codiciosos. Muchos decían que en nuestro patio había un tesoro que dejaron aquellas mujeres que vivieron antes que mis abuelos, pero nunca encontraron nada, cuando se escarbó para meter los cimientos de lo que hoy es el departamento donde vivió mi Tía Guadalupe Martínez, nunca se encontró mas que roca.



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