Dicen que las construcciones antiguas guardan muchos secretos, que las energías de los que ahí habitaron muchas veces se queda atrapada y continuan repitiéndose una y otra vez, como cuando las paredes crujen o se oyen ciertos sonidos que no son producidos por alguien.
Lo que nunca nos hemos explicado es el origen de ellos.
La cocina de mi abuela era una de esas cocinas de antaño, una de su paredes era de ladrillo, otras 2 de adobe y la cuarta de madera, con una estufa enorme de 6 quemadores, un comal grande en medio y un horno panorámico increíble, así como un asador de papas o pan en la parte baja, recuerdo que era color café y para hacerla aun más espectacular la habían empotrado en 4 pilotes de madera, había un gran refrigerador color blanco donde cabía perfectamente, y sobraba espacio, un pavo de doble pechuga, había una pequeña estufa de petróleo, por si el gas se terminaba, una alacena de fierro donde se guardaba toda la despensa, un gran mueble como vitrina donde se acomodaban toda la loza, cubiertos, cazuelas de uso diario, y bandejas de plástico, también había una gran mesa de madera con un tablón largo a modo de banco, y 8 sillas de madera, era donde regularmente comíamos. Recuerdo que todos los trastos que salían de la cena, mis tías los lavaban en unos lavaderos que se encontraban en el patio frente a la cocina y los dejaban escurrir en una gran tina de aluminio para guardarlos a la mañana siguiente. Muy al estilo revolucionario mi abuela cerraba con llave esa cocina, todas las noches después de haber cenado, por lo que no había antojo nocturno que pudiéramos saciar. Y cuando todo se encontraba en completo silencio, se oían movimientos dentro de la cocina, los cajones de los cubiertos abriéndose y el sonido de estos chocando entre si; las puertas de la alacena de la despensa al cerrarse, los trastos moviéndose y chocando contra la pared metálica de esa tina de aluminio, el horno de la estufa cerrándose de golpe, la sillas rechinando. Mi abuela solo rezaba y pedía que se fueran esas almas en pena que provocaban dichos sonidos. Todo esto desapareció cuando mis abuelos murieron y se hizo la repartición de la propiedad entre los hijos, se deshicieron de esa cocina y hoy son habitaciones.
Poco después que la casa fue adquirida, contaba la abuela Esperanza que se oía el sonido de una canica, sí, esas bolitas de vidrio con que juegan los niños. Durante toda mi infancia y parte de mi adolescencia, el sonido de ese pequeño juguete me acompaño; era un sonido tan nítido que no dejaba lugar a dudas, lo oíamos a cualquier hora del día o de la noche, rebotaba y corría, volvía a botar y volvía a correr, una y otra vez, incesantemente.
La cocina de mi abuela era una de esas cocinas de antaño, una de su paredes era de ladrillo, otras 2 de adobe y la cuarta de madera, con una estufa enorme de 6 quemadores, un comal grande en medio y un horno panorámico increíble, así como un asador de papas o pan en la parte baja, recuerdo que era color café y para hacerla aun más espectacular la habían empotrado en 4 pilotes de madera, había un gran refrigerador color blanco donde cabía perfectamente, y sobraba espacio, un pavo de doble pechuga, había una pequeña estufa de petróleo, por si el gas se terminaba, una alacena de fierro donde se guardaba toda la despensa, un gran mueble como vitrina donde se acomodaban toda la loza, cubiertos, cazuelas de uso diario, y bandejas de plástico, también había una gran mesa de madera con un tablón largo a modo de banco, y 8 sillas de madera, era donde regularmente comíamos. Recuerdo que todos los trastos que salían de la cena, mis tías los lavaban en unos lavaderos que se encontraban en el patio frente a la cocina y los dejaban escurrir en una gran tina de aluminio para guardarlos a la mañana siguiente. Muy al estilo revolucionario mi abuela cerraba con llave esa cocina, todas las noches después de haber cenado, por lo que no había antojo nocturno que pudiéramos saciar. Y cuando todo se encontraba en completo silencio, se oían movimientos dentro de la cocina, los cajones de los cubiertos abriéndose y el sonido de estos chocando entre si; las puertas de la alacena de la despensa al cerrarse, los trastos moviéndose y chocando contra la pared metálica de esa tina de aluminio, el horno de la estufa cerrándose de golpe, la sillas rechinando. Mi abuela solo rezaba y pedía que se fueran esas almas en pena que provocaban dichos sonidos. Todo esto desapareció cuando mis abuelos murieron y se hizo la repartición de la propiedad entre los hijos, se deshicieron de esa cocina y hoy son habitaciones.
Otro sonido era el movimiento de muebles pesados, se oía como arrastraban los muebles de madera que al friccionar sus patas contra el piso producían un sonido muy especial. Todo esto podía deberse a que los vecinos de al lado estuvieran haciendo este tipo de movimientos con sus muebles, pero grande fue la sorpresa cuando en una ocasión, le reclamaron a mi abuelo Jesús Martínez C., el hecho de que no dejara dormir por el ruido que causaba que estuviéramos jugando, mis hermanas y yo, a altas horas de la noche y que además estuvieran moviendo muebles.
Sí, eso fue lo que el vecino de al lado, le reclamo a mi Abuelo; quien con sorpresa le contestó que nosotros también oíamos esos sonido y pensábamos que se trataba de ellos. Nos acostumbramos a vivir con esos sonidos.
De los ruidos más constantes en la casa, son los pasos, se oye en la noche pasos de personas que vienen desde el fondo de la casa hacía el zaguán y se regresan, lo intrigante de estos pasos es que se oye como si vinieran pisando sobre gravilla o tierra suelta, es un sonido muy tenue, apenas perceptible, debes hasta contener la respiración para oírlos.
Mi padre y mis tías hablan de otro sonido que solo ellos escucharon cuando jovenes, y fue el llanto desesperado de un bebé. Cuentan que se oyó justo donde se encuentra el tercer registro del desagüe de la casa, una noche mientras cenaban lo escucharon, salieron al patio y terminaron por asomarse a la calle para verificar de donde venía el llanto. La calle sola y el patio igual.
Son varios los sonidos y los ruidos que se oyen en la casa, o fuera de ella pero esos los incluiré en otro capitulo.
Video tomado de Youtube.
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