Contaba la abuela que después de haber rentado en cuartos y vecindades del México antiguo, vinieron a parar junto a lo que hoy se conoce como el Canal del desagüe, nos platicaba que en donde hoy se asienta la Col. Simón Bolivar, eran sembradíos de alfalfa y el Gran Canal dividía la parte habitada de los sembradíos.
Y fue aquí, en las riveras de ese canal que mi abuelo Jesús Martínez, compró una casa. Esta propiedad cuenta la gente que era lo que llamaban "piqueras" donde vivían una viuda con 2 hijas quienes se dedicaban a la prostitución con los hombres que llegaban en el tren que corría paralelo al canal o visitantes de paso. Se contaba que muy seguido había trifulcas y escándalos cuando el alcohol y los ánimos se cruzaban, decían que habían matado un hombre y para evitar la cárcel lo habían enterrado en el fondo de la propiedad que en ese entonces era solo tierra.
Y con esa leyenda crecimos mis hermanas y yo, era tanto nuestro miedo que en cuanto la noche empezaba a caer ya no salíamos al patio y mucho menos nos acercabamos a unos cuartitos de adobe que se encontraban en el fondo de la propiedad y que eran aledaños al patio de tierra.
Decía mi abuela que para cuando mi Abuelo compró la casa y tomaron posesión de esta, encontraron en la higuera, que se encuentra a mitad del patio, cabezas de gallos y gallinas colgados cual esferas en las ramas de esta, muchos dijeron que la anterior dueña se dedicaba a la brujería esas cabezas eran parte de los rituales que hacía. Sin tomar mucho en cuenta esos chismes mi abuela, padre y tías se dedicaron a limpiar y sanear la casa para dejarla habitable.
Y desde ese momento, la casa se lleno de sombras, que van y vienen, que entran o salen, que caminan y pasan raudas por todo el patio, todos lo que hemos vivido en esta casa las hemos visto no una, ni dos, sino en incontables ocasiones, por las ventanas que dan al patio, desde cualquier habitación, pasan algunas veces lentas, tanto que alcanzamos a definirlas, otras, tan rápido que apenas y percibes el movimiento de su andar. Se asoman, se esconden, corren, se esfuman, son "bultos" como solía llamarles mi abuela, algunas veces de color blanco, otras de color negro.
Mi padre en una ocasión desde la cocina donde estaba comiendo vio por la ventana la silueta de una mujer vestida toda de blanco pasar, dice que venía del zaguán hacía la parte de atrás de la casa, apenas y la vio pasar por la puerta, pero la alcanzo a ver completa a través de la ventana.
Mi abuela todas las noches, regaba un "bálsamo" que ella preparaba a base de agua bendita, loción 7 machos, éter y amoniaco, siempre después de darle de comer a los perros recorría toda la casa regando ese bálsamo y rezando, decía que con eso se aplacaban aquellos entes.
Y estas mismas sombras se encondieron en una de las habitaciones, para ser exactos donde es mi dormitorio, el día que vino de visita un amigo Antonio H., quien se dedica a la lectura de cartas y limpias, y pláticando con mi padre le hizo la observación, de que en cuanto entró todas las sombras que había en la casa se habían concentrado en mi dormitorio y temerosas se asomaban para verlo.
Si he de ser honesta, en verdad se ven siluetas y "bultos" negros en mi habitación, los veo de reojo cuando cae la noche y leo, o estoy escribiendo o haciendo cualquier otra cosa, la tenue luz de mi lampara apenas e ilumina un espacio de la habitación y en las zonas en penumbras, se ven los movimientos, unas veces a la altura del techo, otras arrastrándose por le piso, las menos, a una altura media.
En la casa no solo se ven cosas. Se oyen...
Y desde ese momento, la casa se lleno de sombras, que van y vienen, que entran o salen, que caminan y pasan raudas por todo el patio, todos lo que hemos vivido en esta casa las hemos visto no una, ni dos, sino en incontables ocasiones, por las ventanas que dan al patio, desde cualquier habitación, pasan algunas veces lentas, tanto que alcanzamos a definirlas, otras, tan rápido que apenas y percibes el movimiento de su andar. Se asoman, se esconden, corren, se esfuman, son "bultos" como solía llamarles mi abuela, algunas veces de color blanco, otras de color negro.
Mi padre en una ocasión desde la cocina donde estaba comiendo vio por la ventana la silueta de una mujer vestida toda de blanco pasar, dice que venía del zaguán hacía la parte de atrás de la casa, apenas y la vio pasar por la puerta, pero la alcanzo a ver completa a través de la ventana.
Mi abuela todas las noches, regaba un "bálsamo" que ella preparaba a base de agua bendita, loción 7 machos, éter y amoniaco, siempre después de darle de comer a los perros recorría toda la casa regando ese bálsamo y rezando, decía que con eso se aplacaban aquellos entes.
Y estas mismas sombras se encondieron en una de las habitaciones, para ser exactos donde es mi dormitorio, el día que vino de visita un amigo Antonio H., quien se dedica a la lectura de cartas y limpias, y pláticando con mi padre le hizo la observación, de que en cuanto entró todas las sombras que había en la casa se habían concentrado en mi dormitorio y temerosas se asomaban para verlo.
Si he de ser honesta, en verdad se ven siluetas y "bultos" negros en mi habitación, los veo de reojo cuando cae la noche y leo, o estoy escribiendo o haciendo cualquier otra cosa, la tenue luz de mi lampara apenas e ilumina un espacio de la habitación y en las zonas en penumbras, se ven los movimientos, unas veces a la altura del techo, otras arrastrándose por le piso, las menos, a una altura media.
En la casa no solo se ven cosas. Se oyen...
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